“Perdóname que no me atreva a revelar mi nombre, pero no quiero que mi testimonio esté ausente de un libro tan valioso como el que nos está legando mi entrañable amigo y salvador Doctor Antonio Lourenço. Estoy de acuerdo con los puntos vertidos en esta obra y lo único que lamento es que el autor no la haya traído a la luz antes de que yo me haya metido en el infierno del que logré salir con la ayuda de tan distinguido, dedicado y competente profesional. Su legado me está ayudando a ayudar a otros a recuperar su sanidad física y mental.
“Era un viernes por la tarde, ya cayendo la noche, cuando un amigo y colega me recomienda llamar por teléfono al Dr. Lourenço. Yo me encontraba en mi país de origen en Latinoamérica. Estaba al borde del desespero. Me contestó el teléfono una señora. Le dije que era urgente hablar con el médico y que necesitaba una cita. Ella me contestó muy amablemente que el médico no me podía atender en ese momento porque estaba en una terapia de relajación pero que en cuanto terminara me llamaría. En efecto, el teléfono sonó aproximadamente quince minutos después. El colega me escuchó con atención, haciéndome muy pocas preguntas. Pronto me percaté del respeto y empatía con que me escuchaba. Me puse en marcha y el sábado por la tarde él me estaba esperando, aunque no era día de consulta. Lo acompañaba solamente su esposa, la cual fue quien abrió la puerta del consultorio y me hizo pasar a la oficina de mi colega. Llegué a pedir ayuda sin estar seguro de obtener resultados porque había fracasado en intentos previos con otros colegas que me trataron en sus consultorios y clínicas. No lograba muchos días en abstinencia. Me seguía inyectando los narcóticos, mi carrera y mi familia estaban en peligro. Lo que más me sorprendió fue no haber sentido que mi colega estaba muy preocupado. Me hizo una pregunta que me impactó por su brevedad y sencillez: “Cuénteme colega, ¿cuando y como empezó su infierno?” Habiéndome percatado que el colega no era de muchas palabras, le hice un relato breve y sencillo y me concentré en ser bien explicito. Con una discreta sonrisa, y mirándome bien a los ojos me dijo, en un tono de voz muy suave, muy calmado: “Mire colega, un viejo amigo abogado me dijo que en Derecho las cosas se deshacen como se hacen… ¿Qué le parece que enfoquemos su caso en esa forma?” Me sorprendió su forma de empezar el tratamiento, porque sentí que ya estaba recibiendo tratamiento y mi mente empezó a aportarme respuestas positivas en lo que ambos guardábamos silencio. Mirándolo retrospectivamente, pareciera que el colega quedó silencioso, invitándome así a que yo también silenciosamente reflexionara sobre lo que él me había dicho. Por primera vez realicé que yo tenía una adicción seria pero que podía salirme de ella, y silenciosamente fui vislumbrando formas de salir del infierno al que aludió el Dr. Lourenço. Me di cuenta que el colega seguía silencioso para no interferir con el curso de mis pensamientos. Finalmente yo rompí el silencio sin tener idea de cuánto tiempo este duró. Le dije: “Dr. Lourenço, sin pecar de optimista, por primera vez en todos los años que ha durado mi sufrimiento, veo la puerta de salida del infierno y empiezo a vislumbrar la vida que siempre desee tener. Por primera vez también, tomo consciencia de que tengo una adicción de la cual no podré salir sin ayuda. En otros términos: ante usted y el Altísimo me estoy rindiendo.” Me quedé una semana en Miami, el Dr. Lourenço siempre acomodaba su horario para recibirme a diario. Aunque su esposa no era profesional de la psiquiatría, ella me prestaba mucha atención en lo que yo esperaba ser atendido por el colega, y me trataba con mucho respeto, diciendo a la vez cosas que hacían mucho sentido al punto de sentir que recibía dos terapias, la de ella y la de su esposo. Antes de regresar a mi país en el fin de semana siguiente, sentía que el impacto causado en mi por la conducta y conocimientos del colega y su esposa era tan fuerte y positivo que yo no tendría que volver para recibir más terapias, pues me sentía equipado para volver a ser el profesional, esposo y padre de familia como lo había sido más de cinco años atrás, antes de sucumbir a la adicción. Al despedirme del Dr. Lourenço y su señora, le dije al colega: “Por qué no escribe un libro sobre adicciones? Ayudaría a mucha gente. Usted me empoderó en vez de asustarme. Me llenó de mensajes positivos. No por la diferencia de edades, pues usted pudiera ser mi padre, yo vi en usted un padre nutritivo o un hermano mayor. Por favor escriba el libro que le ayudará a mucha gente”. Acepté la justificación que me dio de un calendario muy ocupado. Han pasado cerca de quince años en los que he mantenido esporádicamente contacto con el colega. Hace cuatro o cinco años me hizo saber que había escrito un pequeño ensayo sobre adicciones y me envió copia por el correo electrónico desde Nicaragua donde él estaba residiendo y reponiéndose de los embates en su salud. Sentí una enorme satisfacción leyendo cada línea del manuscrito y mayor sensación siento ahora después que él me anunció que su esposa pronto publicaría el libro, y me ofrecí para enviarle mi testimonio bajo la forma de prefacio.
“Mi caso es muy parecido al caso de Eduardo, pero jugado en forma más dura y con una recuperación que yo pudiera llamar milagrosa. Hay una frase que mucho me gusta del libro a punto de ser publicado: “El problema no está en las drogas. Está en los que las usamos”
Estoy seguro que ADICCIONES, PARAISOS E INFIERNOS ayudará a mucha gente a evitar la dura vida de los adictos y a recorrer exitosamente el camino de regreso hacia la sobriedad. Además se trata de un libro escrito en un estilo cuya lectura resulta muy agradable, vierte conceptos muy útiles y fáciles de implementar, fomentando la comprensión y prevención de las conductas adictivas, así como a liberarse de las mismas.
Gracias una vez más Dr. Lourenço y Señora Margarita. En nombre del suscrito y el de toda mi familia, que Dios Nuestro Señor les bendiga.
Tu Colega y Amigo”